De todos es conocida mi pasión por el fútbol. Como dijo una vez un buen amigo: “Donde esté el deporte rey, que se quite el deporte de moda”. Y es que ¿qué tendrá el fútbol que a todos nos fascina, que a nadie deja indiferente? Es capaz de sacar lo mejor y lo peor del ser humano. Yo, personalmente, tengo mi propia teoría, y es que, gracias al fútbol el ser humano se ha convertido en ser urbano. Ha pasado de ser cazador a ser civilizado. Gracias al fútbol el hombre ha sido capaz de encauzar una agresividad que lleva marcada en los genes durante generaciones y generaciones, y que los científicos localizan en el cerebro (en la hipófisis creo recordar) compartiendo espacio con nuestras acciones instintivas. De tal manera, que lo que hacemos los seres humanos con el deporte es puro instinto (observen cómo juega cualquier niño), y en el caso del fútbol, con más motivo, por cómo nació, cómo se desarrolló, y la naturaleza de este juego llevada a su máxima expresión como deporte.
Pues bien; todos los jueves, a eso de las 21:00 nos juntamos un grupo de cazadores, peloteros dispuestos a cambiar su reino por un balón, amantes del deporte rey, dispuestos a ser los niños que una vez fuimos por una hora. Nos imaginamos jugadas imposibles, creamos jugadas impresionantes, somos héroes dispuestos a darlo todo por nuestro equipo. Corremos, saltamos, nos damos patadas (de vez en cuando también se las damos al balón), discutimos, nos animamos, realizamos remontadas épicas, ganamos partidos con varios jugadores menos, incluso a veces seguimos jugando hasta lesionados, damos nuestra vida por el equipo, por cazar nuestra pieza en forma de gol… Sacamos al niño que hay en cada uno de nosotros… Tal es así que cuando viene el encargado de la instalación para apagar las luces y dar por concluido el partido, le pedimos (igual que hacíamos con nuestras madres a la hora de ir a casa) “un gol más” y os decimos: “el que meta gana”.
Y al terminar, la ducha, el comentario jocoso de lo ocurrido en el campo, el chiste fácil, la amistad. Te puedes encontrar en la ducha a un tío en pelotas hablando del DOW JONES, y al lado otro hablando de lo injusto que es una huelga de jueces… Y sin hacer el ridículo, todo vale. En eso consiste el vestuario. Yo aprovecho para afeitarme, comentar vanalidades, cosa sin importancia, pero sobretodo, aprovecho para escuchar. Me encanta escuchar los cotilleos del mundillo del fútbol, los problemas de liquidez de tal club, o la sanción impuesta a cual jugador, o el golazo del domingo de la estrella de nuestro equipo… Es impresionante. Para que luego hablen de los servicios de mujeres. Se cuece mucho más en un vestuario de un equipo de fútbol.
Después, lo que en el rugby se llama el tercer tiempo: compartimos mesa. Cenamos juntos. Solemos ser entre quince y veinte. Compartimos experiencias, inquietudes, conocimientos, viajes, y sobretodo compartimos el tiempo. Pasamos un agradable rato juntos por el mejor de los motivos: la cena.
Por último, una Copa. No se trata de la Champions, ni la de Copa del Rey. Simplemente es un brugal con naranja. Unos juegan al mus y otros preferimos abrir una tertulia. Ayer mismo fue una tertulia muy interesante. Tocamos todos los temas: educación, justicia, política, sociedad… y FÚTBOL, mucho fútbol. Sistemas, equipos, jugadores… Solucionamos el mundo en un rato y entonces me pregunto: si tan fácil es solucionar el mundo con los amigos, ¿por qué no hacernos todos amigos y jugar todos los jueves por la noche?
Por supuesto que no siempre estamos de acuerdo, pero conseguimos algo que en este mundo es muy difícil de lograr. Nos hablamos con libertad, como se hablan los hombres, sin cartas en la manga. Nos mostramos como somos. Reconocemos nuestras fortalezas y confesamos nuestras debilidades… No hay mejor terapia para cualquier enfermedad.
Mi mujer, todos los viernes me dice que no sabe qué hacemos los jueves por la noche que los viernes estoy más cariñoso, con más energía, más ilusionado. Yo, por mi parte, me siento muy orgulloso y afortunado de poder seguir disfrutando de esas noches de fútbol.
Gracias a todos.
Pues bien; todos los jueves, a eso de las 21:00 nos juntamos un grupo de cazadores, peloteros dispuestos a cambiar su reino por un balón, amantes del deporte rey, dispuestos a ser los niños que una vez fuimos por una hora. Nos imaginamos jugadas imposibles, creamos jugadas impresionantes, somos héroes dispuestos a darlo todo por nuestro equipo. Corremos, saltamos, nos damos patadas (de vez en cuando también se las damos al balón), discutimos, nos animamos, realizamos remontadas épicas, ganamos partidos con varios jugadores menos, incluso a veces seguimos jugando hasta lesionados, damos nuestra vida por el equipo, por cazar nuestra pieza en forma de gol… Sacamos al niño que hay en cada uno de nosotros… Tal es así que cuando viene el encargado de la instalación para apagar las luces y dar por concluido el partido, le pedimos (igual que hacíamos con nuestras madres a la hora de ir a casa) “un gol más” y os decimos: “el que meta gana”.
Y al terminar, la ducha, el comentario jocoso de lo ocurrido en el campo, el chiste fácil, la amistad. Te puedes encontrar en la ducha a un tío en pelotas hablando del DOW JONES, y al lado otro hablando de lo injusto que es una huelga de jueces… Y sin hacer el ridículo, todo vale. En eso consiste el vestuario. Yo aprovecho para afeitarme, comentar vanalidades, cosa sin importancia, pero sobretodo, aprovecho para escuchar. Me encanta escuchar los cotilleos del mundillo del fútbol, los problemas de liquidez de tal club, o la sanción impuesta a cual jugador, o el golazo del domingo de la estrella de nuestro equipo… Es impresionante. Para que luego hablen de los servicios de mujeres. Se cuece mucho más en un vestuario de un equipo de fútbol.
Después, lo que en el rugby se llama el tercer tiempo: compartimos mesa. Cenamos juntos. Solemos ser entre quince y veinte. Compartimos experiencias, inquietudes, conocimientos, viajes, y sobretodo compartimos el tiempo. Pasamos un agradable rato juntos por el mejor de los motivos: la cena.
Por último, una Copa. No se trata de la Champions, ni la de Copa del Rey. Simplemente es un brugal con naranja. Unos juegan al mus y otros preferimos abrir una tertulia. Ayer mismo fue una tertulia muy interesante. Tocamos todos los temas: educación, justicia, política, sociedad… y FÚTBOL, mucho fútbol. Sistemas, equipos, jugadores… Solucionamos el mundo en un rato y entonces me pregunto: si tan fácil es solucionar el mundo con los amigos, ¿por qué no hacernos todos amigos y jugar todos los jueves por la noche?
Por supuesto que no siempre estamos de acuerdo, pero conseguimos algo que en este mundo es muy difícil de lograr. Nos hablamos con libertad, como se hablan los hombres, sin cartas en la manga. Nos mostramos como somos. Reconocemos nuestras fortalezas y confesamos nuestras debilidades… No hay mejor terapia para cualquier enfermedad.
Mi mujer, todos los viernes me dice que no sabe qué hacemos los jueves por la noche que los viernes estoy más cariñoso, con más energía, más ilusionado. Yo, por mi parte, me siento muy orgulloso y afortunado de poder seguir disfrutando de esas noches de fútbol.
Gracias a todos.